Lo había oído en boca de Don Lucio. La gente es envidiosa y hace “trabajos”. Los celos enredan el espíritu, la envidia provoca “daños”. Luego es necesario hallarlos y hecharlos fuera
-¿Cómo? Pregunté a Don Lucio
-Cuando el espíritu está enredado es necesario desenredarlo, yo uso la palma y a veces algún seguro.
-¿Seguro?
-Los gallos rojos se tragan los daños; se hace un agujero en frente de la casa y después de trabajar con el animal se le encierra allí. Los “daños” duermen la conciencia y el que no esté precavido se muere. Don Lucio parecía ver el enredo de los espíritus. Paraba al enfermo frente a él y empezaba a frotar el aire alrededor del cuerpo “dañado” una vez le pregunté si los veía. Me observó con ojos de incredulidad:
-¡Pues claro Jacobo! Sino… ¿cómo fregados?
En el altar de su casa Don Lucio guarda el corazón de su mesa. Después de practicar muchos m eses la “psicometría psíquica” se lo pedí para verlo. Recuerdo que dudó un instante y después se acercó a un pequeño recipiente colocado entre sus velas, retrato de santos y flores y me dio una moneda.
-¿A ver qué ve, Jacobo?
La tomé entre mis manos, me puse en silencio y dejé fluir las imágenes, sentí un calor que me subió por todo el brazo y al poco tiempo apareció un palacio majestuoso flotando entre las nubes. Se lo dije y le pareció familiar. Me preguntó de qué color eran las columnas y me impulsó a penetrar en su interior, allí había un hombre barbado cubierto con una túnica, también se lo dije y no me contestó nada. Al poco rato me dijo que devolviera ese corazón de mesa y así lo hice, Don Lucio me miraba atentamente, las arrugas en forma de rayas alrededor de sus ojos parecían brillar…
Le ofreció el paso a O. y después penetré en la antesala. Atrasaron la cortina y observé que el hermano rodeaba a una mujer sentada en una silla a la mitad del cuarto. Había tensión y silencio, estaba operando unos ojos y el hermano, junto con Leo, parecían profundamente atentos. Nos pidieron hacer una cadena tomándonos de las manos y pronto alguien vió a O. y dijo que no era un lugar apropiado para niñas.
-Es peligroso siguió diciendo, ¡debe salir!
Iva a protestar cuando el hermano contestó que no era niña, era mi mujer y bienvenida.
Acabamos y al soltar las manos de los demás las crucé en actitud de reposo.
-No cruces las manos me dijo Leo alarmado. Es peligroso. Y además no te distraigas con nada, aquí hay un “bajo astral” y si te distraes te penetra.