Fuimos una colega (Gretchen) y yo a Puebla a buscar a Doña Licha, una psicóloga autóctona que vive en ese estado. No conocíamos la dirección de Doña Licha, y para hallarla, decidimos preguntar a personas que parecían nativas del lugar y probables conocidas de ella. Nos equivocamos varias veces, hasta que se nos ocurrió interrogar a un taxista, quien inmediatamente nos dió instrucciones de cómo llegar a su casa.
Su vivienda era parte de un conjunto de cuartos comunicados entre si y que rodeaban un patio con jardines. Desde la entrada se sentía un ambiente de limpieza, pulcritud y fuerza. Una joven muy bella me preguntó la razón de nuestra visita y al hacerlo sentí como su mirada me penetraba en su intento por auscultar mis intenciones. Le dije que veníamos a ver a Doña Licha y después de ir a preguntarle a ella, nos dejó pasar.
Apareció Doña Licha, me pareció jovial, amable y madura; le dije que eramos aprendices y que realizábamos un estudio acerca de los hombres y las mujeres de conocimiento de México y que a ella la habíamos escogido por referencias de uno de los discípulos de Don Iván Ramon de la ciudad de México. Me sorprendió el ambiente que se respiraba en su casa. Estábamos en una recamara pintada de verde y blanco. Con un altar y una veladora encendida. Todo estaba en su lugar, limpio, ordenado, con una radiograbadora que reproducía música mientras Doña Licha nos hablaba acerca de su vida y su trabajo.
Nos contó que a la edad de 10 años la picó un alacrán y que como resultado de su veneno perdió el conocimiento y se le empezó a hinchar el vientre. Trajeron un doctor, pero este, al no encontrar ni oír el pulso, la diagnosticó muerta y no le inyectaron ningún antídoto. Pasaron varias horas durante las cuales la familia empezó a preparar el velorio. Su madre, inconsolable, la abrazaba llorando y cuando esto se repitió varias veces, la niña abrió los ojos, abrazó a su madre y le dijo que no se preocupara, que ella estaba bien.
Unos días después, Licha fue al campo con su abuela. Esta última montaba un burro mientras la niña la seguía caminando. De pronto, Licha oyó un sonido como de aletazo de un guajolote seguido por una respiración intensa. Le preguntó a su abuela y notó que el burro movía sus orejas como previniendo algún peligro. La abuela no había oído nada pero se afirmó en su silla y Licha, valiente jaló al burro hasta su casa.
Después, Licha empezó a sentirse muy mal, sus manos se torcían y sus emociones se alteraban con gran facilidad. La llevaron con una curandera. Quien le dijo que había estado en un “trance de muerte” y había adquirido el poder de curación y que debía utilizarlo. Siguió su consejo y a partir de ese momento sus problemas corporales y emocionales se solucionaron del todo.
Doña Licha se dió cuenta de que podía quitar dolencias, curar enfermedades y resolver los problemas de los pacientes que cada vez en mayor numero venían a consultarla. Dependiendo de lo que tenían, Doña Licha les hacia un tratamiento individualizado. Algunos recibían limpias con huevo y hierbas. A otros los trataba colocándoles las manos en diferentes partes de su cuerpo. A otros más, Doña Licha les tomaba una “vista” que les permitía diagnosticar y planear su tratamiento. Estas técnicas serán descritas enseguida.
Técnicas de curación de doña Licha
Las vistas son un procedimiento de diagnóstico común entre los chamanes y curanderos de México. Consiste en frotar huevos frescos en todo el cuerpo de los pacientes, empezando por la cabeza y terminando por los pies. Después se vierte el huevo en vasos que contienen agua limpia. Dependiendo de las formas que adquieren tanto la clara como la yema, el chaman interpreta el mal del paciente y ofrece un diagnóstico.
En general, la clara significa la parte espiritual del paciente y sus formas le indican al chaman las energías que rodean su cuerpo, cómo lo influyen y controlan. La yema, en cambio, representa al cuerpo físico, en ella excrecencias significan zonas enfermas del cuerpo, flujos significan infecciones en proceso y zonas oscuras modelan aspecto de mucha negatividad. Las burbujas en la clara se interpretan como seres asociados con el campo energético del paciente. Dependiendo de su posición, el diagnóstico varía, sobre todo si con ellas se asocian “velos” proteicos. Cuando la yema está cubierta por uno de estos velos y además existen burbujas en la superficie, el diagnóstico es negativo. Si la yema esta despejada o se encuentra una burbuja aislada flotando dentro de la clara, se interpreta como positivo, significando la presencia de un guía o protector del paciente. Cuando se observan dos burbujas grandes rodeadas de un velo flotando sobre la yema, el diagnóstico es de un ser que vigila al paciente y ha sido colocado allí por un enemigo como resultado de envidias o celos. Cuando la burbuja se encuentra incrustada en la yema se considera que hay un “espíritu ahogado”.
En realidad, la descripción que acabo de hacer apenas si da una ligera idea de la complejidad del diagnóstico asociada con la forma de vistas. Dependiendo del diagnóstico de la vista, Doña Licha decide su tratamiento. Esto puede consistir en una limpia utilizando como instrumento el propio cuerpo de la psicóloga autóctona y sus manos como medios para alejar zonas de desequilibrio, o el uso de huevos que son frotados de la cabeza, espalda, manos y brazos del paciente, o bien lociones que se untan en las sienes, con el objeto de despejar energías negativas.
Doña Licha utiliza un procedimiento peculiar que consiste en colocar sus manos, previamente bañadas en bálsamo, sobre las orejas del paciente, realizando un movimiento hacia fuera como de succión. Más adelante frota la nuca y la frente del paciente y por último, sopla fuertemente dirigiendo el aire hacia la nuca. Yo fui sometido a un procedimiento como el que acabo de relatar con resultados muy positivos. Mi sensación fue de relajación, liberación de bloqueos mentales.
Doña Licha dice que todos los procedimientos que utiliza le “llegan” por un acto de intuición. Mediante este mismo acto, Doña Licha dice ser capaz de distinguir si las personas que vienen a visitarla están enfermas o poseen un poder psíquico que no han desarrollado. De acuerdo con ella, “si una persona tiene el don de curar pero no lo utiliza, la energía que no da se acumula en su cuerpo y produce transtornos”. Como mencioné antes, Doña Licha recuerda que el haberse dado cuanta de lo anterior en su propio proceso le ha permitido entender el de sus pacientes. “Mientras más curo y doy”, me dijo con voz alegre, mejor me siento. Cada vez que curo a un paciente, me curo a mí misma”.
Doña Licha utiliza su propio cuerpo como herramienta en sus curaciones. Distingue la enfermedad mediante sus manos, colocándolas en diferentes zonas del cuerpo de sus pacientes, con lo cual detecta excesos o faltas de energía, desequilibrios o balance. Esta psicóloga autóctona dice ser capaz de diferenciar entre la enfermedad de un paciente y el don de poder o curación, que puede manifestar síntomas similares. Cuando descubre un poder en alguien, hace lo posible para impulsar su desarrollo. En ambos casos, de enfermedad o poder, Doña Licha intenta no crear dependencias.
Una de las más importantes lecciones que Doña Licha ofrece es la confianza en su cuerpo como instrumento de curación. Las hierbas, huevos de limpia y las medicinas las considera como eventuales y secundarias en comparación con su presencia natural y su intuición. Al preguntarle acerca del origen de su capacidad curativa, ella insiste en que esta depende de su grado de entrega e impecabilidad.
Doña Licha no es una médium ni parece interesada en penetrar en trances inconscientes. Lo que si expresa es un deseo ferviente por encontrar un maestro que la guie en su camino. Al mencionarle la existencia de Don Lucio, que como ella tuvo un “trance de muerte”, pero a diferencia del de ella no de unas horas sino de 3 años completos, Doña Licha expresó curiosidad y esperanza en que alguien así pudiera guiarla. Contrariamente a Don Lucio, Doña Licha no recuerda lo que sucedió en su “trance de muerte”. Solamente reconoce que fue después de ello que adquirió dones de la curación. Don Lucio afirma que durante su “trance” de tres años fue instruido por los trabajadores del tiempo, quienes lo guiaron y le enseñaron a curar. Resulta muy interesante en que estas dos personas hayan desarrollado su capacidad curativa después de un evento tan similar, aunque de diferente duración.